lunes, 21 de mayo de 2018

Multitarea, actividad poco sostenible


BIENESTAR LABORAL. Multitarea.doc. Manuel Domene. Palabras: 2.557

Olvidos, dificultad de concentración, pérdida de cosas, lagunas de memoria… Es el síndrome de la vida ocupada, según la terminología que empleó un grupo de investigadores de Glasgow (Reino Unido) para sintetizar el ‘cuadro’ de personas pasadas de estrés y sobrecargadas de información.
Quizás sea ese síndrome de hiper-actividad forzada el que nos aboca a la multitarea, una condición de nuestras vidas que, en sentido estricto, no es más que un mito que, para colmo de males, merma nuestra productividad, según los científicos.



La investigaciones más recientes muestran que los humanos no somos tan buenos como nos creemos al efectuar dos cosas al mismo tiempo (en realidad vamos de la una a la otra). Sin embargo, pese a las precisiones científicas, hay que reconocer que estamos ante una habilidad humana que nos ha ido dando una ventaja evolutiva a lo largo de los tiempos, pese a ser poco sostenible.
Dado que la tecnología permite a las personas hacer más trabajos al mismo tiempo, la ficción de la multitarea se ha consolidado. Hay pruebas científicas de que estamos ante un mito. Para los científicos, los humanos no hacen muchas cosas simultáneamente. Lo que hacemos es cambiar el punto de atención entre tareas de manera muy rápida.

Restauración, sector abonado a la multitarea
Practican la multitarea los ejecutivos de grandes firmas, pero también los humildes administrativos, las amas de casa y los escolares. Pocos escapan a la compulsión de intentar hacer varias cosas a la vez. En el ámbito laboral, quizás sea el restaurante concurrido uno de los lugares de trabajo donde más multitarea se ejecuta dentro de un entorno de cierto caos. El personal debe tener media docena de comandas en la cabeza mientras bate huevos, controla el horno, trabaja en el mostrador o sirve los postres. Por suerte, la mayoría de establecimientos tienen las notas escritas y no funcionan verbalmente, pero siempre encontramos excepciones.
En cualquier caso, el atasco funcional es importante. El personal durante las horas punta tiene la sensación de estar actuando en un auténtico psiquiátrico, situación que para los principiantes se hace casi irresistible, hasta que no aprenden a gestionar y convivir con la presión. Pero, incluso los más sosegados tienen algún día en que pierden el oremus y hasta el temple.
Cocineros, camareros, clientes… Todos evolucionan en un espacio dominado por el frenesí. La velocidad y la exactitud son las prioridades, especialmente cuando los clientes también son multitarea. Con frecuencia, éstos también efectúan recados a la hora de la comida, se acercan al banco o a la tintorería a recoger un traje. Todo con la limitación temporal de una hora.
La hiper-ocupación es el signo de los tiempos. Respondemos e-mails mientras hablamos por teléfono, o acordamos citas mientras conducimos… Por supuesto, la radio y el GPS envían ‘inputs’ desde el tablero del vehículo. Todo hace pensar que estuviéramos concentrados en estas tareas simultáneamente, como si hubiéramos desarrollado una auténtica maestría para hacer una docena de cosas a la vez. Pero –nuevamente insistimos- los investigadores del cerebro no están de acuerdo: aunque mezclemos las tareas, las hacemos por turnos. Y los riesgos no son desdeñables, desde bajo rendimiento a errores y posibles accidentes por distracciones, etc.

El mito de la multitarea no sólo existe sino que consolida una forma de trabajar que se va imponiendo en el mundo laboral

Somos malos gestores multitarea
Los neurocientíficos –y entre ellos, Earl Miller- dicen que quienes se creen hábiles haciendo multitarea se engañan a sí mismos. De hecho, Miller afirmó que “el cerebro es muy hábil engañándose a sí mismo”.
Miller, investigador del MIT (Massachusetts Institute of Technology), asegura que la mayor parte del tiempo no podemos concentrarnos en más de una cosa cada vez. Lo que podemos hacer es cambiar el foco de una cosa a otra con una asombrosa velocidad. “Cambiar entre tareas, alternándolas, es lo que nos hace pensar que estamos prestando atención a todo nuestro entorno de manera simultánea. Pero no lo logramos”, argumenta Miller, insistiendo en que “nadie presta atención a una o dos cosas simultáneamente, sino que está cambiando entre ellas muy rápidamente”.
Es una cuestión de matiz, pero es así. Según Miller hay varias razones que explican que el cerebro tenga que cambiar entre tareas. Una de ellas es que las tareas similares ‘compiten’ para usar la misma parte del cerebro. “Pensemos, por ejemplo, en escribir un e-mail y hablar por el teléfono simultáneamente. Ambas cosas son casi imposibles de simultanear. No se puede uno concentrar en una tarea mientras está haciendo la otra. Esto es debido a una interferencia entre las dos funciones, pues ambas implican la comunicación (vía voz o a través de la palabra escrita), y se genera mucho conflicto entre ambas”, explica el investigador.

Perdidos en un laberinto de eventos simultáneos
Los mitológicos ‘trabajos de Hércules’ fueron titánicos, pero nada nos hace pensar que se ejecutaran en modo ‘multitarea’. Esta forma de comportamiento humano es tributaria, en parte, de la invasión de la tecnología. Las nuevas tecnologías cambian la manera de vivir, de conocer y de pensar y, en algunos aspectos, la hacen más fácil. Pero existe la otra cara de la moneda, con sus efectos adversos.
Por ejemplo, el uso del ordenador hace que procesemos más información en paralelo, algo que los investigadores han denominado como “síndrome de las ventanas” (por el sistema operativo Windows). Cualquier usuario de ordenador está  habituado a la apertura de ventanas en su pantalla, que van iniciando procesos, por lo que, al cabo de unos minutos de trabajo, se tienen muchas tareas en marcha (“multi-tasking”). Justo es señalar que el hecho de realizar varias tareas a la vez lleva a alteraciones en la concentración y en la memoria (fatiga), o en la percepción del tiempo.

La “locura multifuncional”
Es frecuente que las personas se creen expectativas irreales sobre la velocidad con que pueden ejecutar tareas. Pretender hacer más de una cosa a la vez aumenta los niveles de estrés y disminuye el sentido de control y la productividad. Aun así, hay personas que se han acostumbrado de tal forma a las tareas múltiples que se sienten incómodos haciendo una sola cosa a la vez. Es lo que los doctores Rosen y Weil llaman “locura multifuncional”, un comportamiento alterado sin solución de continuidad: no podemos multi-funcionar indefinidamente. También conviene desterrar el mito según el cual el sexo femenino está más capacitado para la multi-tarea. Aunque así sea, dicho comportamiento es desaconsejable de todo punto, sobre todo cuando se trabaja con equipos informáticos (“síndrome de las ventanas”).
Las razones son obvias: la multifuncionalidad eleva los sistemas bioquímicos y fisiológicos del cuerpo. Esa hiperactividad puede insensibilizar los sentidos, haciendo más difícil pensar con claridad. “Esto provoca –dice Rosen- reacciones químicas en el cerebro que harán que se agote, que esté irritable y cree el potencial para que posteriormente aparezcan problemas fisiológicos”. En la práctica, con mucha frecuencia, se observan contracturas y otras lesiones musculo-esqueléticas en personas sometidas a estrés; es la somatización de procesos de origen psíquico.

Ralentización de la capacidad reactiva
La especialista en conducta cognitiva, Jennifer Hartstein, está acostumbrada a conferenciar sobre la multitarea y la supervivencia a la misma sin perder la cordura. Preguntada sobre la realidad de dicha conducta –y el cuello de botella que afronta el cerebro humano para dar respuesta a las exigencias-, Hartstein siempre ha sido concluyente: “cuando las personas hacen multitarea, se produce una dilación o retardo en la reactividad. Cuando tenemos varias cosas ocurriendo al mismo tiempo, luchamos por prestar atención, pero hay un déficit evidente. El tiempo de reacción se ralentiza cuando no estás prestando toda la atención. Y un solo segundo de dilación en una reacción crítica puede tener consecuencias dramáticas”.
Si no hay más remedio que pelearse con la multitarea, Hartstein recomienda hacerlo de la manera más eficaz. Por ejemplo, siguiendo unas rutinas que ayuden a evitar problemas inesperados. También pueden establecerse unos horarios, marcándose unas pautas vitales, como no mirar la bandeja de correo entrante cada cinco minutos. También se pueden establecer prioridades entre las tareas que deben quedar hechas, las que nos gustaría ultimar, y las que pueden ser hechas por otras personas.
Aunque el patrón es el ya descrito para una amplia mayoría de personas, la psicóloga admite la evidencia de que el cerebro de algunas personas funciona más rápido que el de otras, lo que sería un elemento individual diferencial. A lo que hay que añadir el desarrollo de habilidades, que también marca la diferencia entre las personas. Los jóvenes que han estado rodeados de alta tecnología y comunicaciones durante toda su vida (nativos digitales) juegan con ventaja y sus cerebros funcionan más rápido cuando se trata de efectuar múltiples tareas.
“En los millennials (grupo de edad de 18 a 34 años) se ha puesto de relieve su capacidad multitarea. Cuentan con competencias técnicas, metodológicas, sociales y digitales por su contacto permanente con las distintas formas de tecnología y comunicación, lo que les ha proporcionado esta capacidad y un aprendizaje en la simultaneidad de diferentes tareas”, destaca un trabajo de investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Al respecto, precisan que “el funcionamiento de las redes neuronales del cerebro es diferente entre los nativos digitales, muchos de ellos ‘millennials’, y los que no lo son. Estos últimos están acostumbrados a trabajar de forma lineal, una cosa tras la otra. En cambio los nativos digitales lo hacen de forma paralela, sin que ello les provoque tanto estrés. Son dos formas diferentes de trabajar y de procesar la información”.

Riesgos de la multitarea
·Merma de la productividad
Según la citada fuente de la UOC, “el trabajador multitarea es hasta un 40% menos productivo al reducir su capacidad mental y no poder concentrarse en una actividad única. Ello se traduce en resultados laborales pobres, como desvela un estudio de la Universidad de Stanford sobre una muestra de más de 1.000 profesionales.
Pese a ser muy valorada por algunas empresas, estudios internacionales  (Harvard y Stanford) advierten que la multitarea -y la reducción de la productividad que conlleva- tiene un coste para la economía global de 450.000 millones de dólares al año.
Pilar Ficapal, experta en organización del trabajo y recursos humanos de la UOC explica que “la intensidad y la sobrecarga cognitiva o las interrupciones en la realización de una tarea concreta pueden hacer caer la concentración, convertirse en una fuente de estrés y dificultar la creatividad y la eficacia profesional. La multitarea puede llevar a adoptar conductas inadecuadas en la organización del tiempo y a ser reactivos ante las circunstancias que nos rodean, porque no hay nada planificado”.
Vemos pues que el criterio de algunas empresas para seleccionar su personal puede ser negativo desde el punto de vista de la productividad, constituyendo además un obstáculo para el bienestar laboral, que debe ser analizado y tenido en cuenta en la evaluación de los riesgos psicosociales de los puestos de trabajo. En cualquier caso, se impone el realismo: la nueva forma de trabajo ha venido para quedarse. Es evidente que, cada vez con mayor intensidad, la sociedad tiende a trabajar de forma paralela, y hay que ir preparándose para el cambio. Al respecto, Ficapal explica que la capacidad para afrontar este nuevo escenario está vinculada “con la voluntad y la disposición de mejorar la empleabilidad mediante el desarrollo de nuevas competencias, de la capacidad de anticipación y adaptación a los cambios y de la flexibilidad personal”.
·Siniestralidad por falta de atención
La multitarea puede llevar al accidente, especialmente cuando se trabaja con máquinas peligrosas, entre ellos los automóviles. En accidentes durante el trabajo (‘in missio’), cuando el vehículo es una herramienta de trabajo, tiene aplicabilidad íntegra la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Para atajar la siniestralidad in itinere es necesario apelar al sentido común. Por supuesto hay unas exigencias, entre éstas, los conductores deben tener el carnet en vigor, la formación-información (cursos de conducción segura, evitar las distracciones, medicación, fatiga, sueño, imprudencias, utilizar los elementos de seguridad del vehículo).
Aunque es una obviedad que al volante no se puede hacer multitarea, la realidad es bien distinta. Hablar por teléfono móvil es la principal distracción: el 71% de los conductores españoles lo hace (y el 69% de los europeos).

Hay actividades incompatibles con la multitarea, que son causa de graves accidentes

¿Por qué es conveniente evitar la multi-tarea?
Un estudio del National Institute of Health encontró que una región del cerebro específica y bien desarrollada gestiona un comportamiento multi-funcional o de tareas múltiples. Esta habilidad permite a las personas distraer temporalmente su atención de la tarea principal hacia actividades alternas, para regresar posteriormente a la tarea inicial.
El problema surge cuando se están haciendo “demasiadas cosas” a la vez, concepto que variará en función del sujeto. En ese entorno de multitarea, el cerebro carga con todos esos requerimientos extras, en espera de ser resueltos, lo que suele cursar con dificultades para la concentración a lo largo del día y, lo que es peor, puede que las tareas pendientes emerjan inopinadamente a media noche. “Estamos creando situaciones que mantendrán el cerebro activo, procesando tareas sin terminar, inclusive cuando se supone que debe estar tranquilo y durmiendo”, advierte el Dr. Rosen.
Para reducir los efectos negativos de la multitarea, los expertos aconsejan crear en la empresa las condiciones de trabajo para que las tareas se lleven a cabo en un contexto de trabajo de calidad. En un entorno exigente como el que contemplamos, la neurociencia recomienda que los profesionales hagan pausas de entre cinco y diez minutos cada hora de multitarea. Al margen de las pausas ergonómicas, unas dosis moderadas de cafeína y azúcar (con abundante hidratación) pueden ayudar a un cerebro sobre-estimulado.


Evaluación de riesgos y prevención
La multitarea equivale a cansancio mental adicional (estrés, ansiedad, etc.). Por ello, Pere Vidal, profesor de Derecho Laboral de la UOC, recomienda la “evaluación de los riesgos psicosociales de los trabajadores designados para estos trabajos”. En algunos convenios colectivos se establece una política de descansos específica por razones de seguridad y salud. “Los más extendidos –señala la UOC- son los relacionados con las pantallas de visualización (evitar problemas visuales, problemas musculares, fatiga mental, etc.). El ejemplo más conocido, en este sentido, es el Convenio Colectivo de ámbito estatal del sector de la atención multicanal (call-center, antes marketing telefónico), que establece que “el personal de operaciones que desarrolle su actividad en pantallas de visualización de datos, tendrá una pausa de cinco minutos por cada hora de trabajo efectivo”.
Dado que la multitarea va mucho más allá de las PVDs (pantallas de visualización de datos) y afecta a millones de trabajadores, es conveniente puntualizar que la disyuntiva está entre los psicofármacos o cambiar de estilo de vida. Lo fundamental es poner coto al caos mental crónico con reorganización, sin pretender abarcarlo todo, eligiendo prioridades y tirando mucho lastre. El ‘ocupado’ debe reservarse espacios de ‘nada’, lo que se conocía clásicamente como el ‘dolce far niente’ (dulce holgazaneo), puesto que no somos máquinas y necesitamos pausas de relajación. Otras pautas para combatir el agobio de la super-ocupación son la alimentación cuidada (rica en frutas/verduras), descansar procurando dormir no menos de siete horas, establecer un fin de jornada improrrogable, hacer ejercicio físico regular, vida social, ocio, etc.

©Manuel Domene. Periodista

martes, 8 de mayo de 2018

Nothing’s easier than being sad

Most humans strive to find happiness outside themselves, believing that they will achieve happiness through successes, events, moments of fulfillment, and external circumstances. However, happiness is a state of inner peace, calm and satisfaction that do not depend solely on the environment. So much so that a person can be happy, even in a hostile environment, thanks to the mobilization of his internal resources.

Lamentably, those who link their happiness with foreign circumstances such as their peers (family, partner or children), chance, a favorable economy and a prosperous life, professional success, or factors commonly associated with luck are mistaken. Nothing further from reality: happiness is an option and a personal decision. If, as Seneca said, “nothing is easier than being sad”, we can now infer that nothing is more difficult than being happy without an appropriate state of mind that acts as a precursor of the desired happiness. In ourselves there is the power to decide whether we choose happiness or not.

Happiness is contagious: happy people give off energy that builds and transforms their environment. Unfortunately, sadness also spreads

In addition, contrary to popular belief, happiness is not sought. Rather we could say that it is found, since it comes from our reality of each moment. They’re not wrong those who think that happiness is a flower of a day (ephemeral), fragile, ethereal and unreachable in its fullness. However, daily work, with the right focus, provides the dose of happiness needed to get by in life. Paradoxically, the school provides instruction, socialization, etc., but it does not educate us to be happy, which is, above all, an attitude. Happy people are because they knew how to interpret, filter or live their existential experiences in positive code.

Although happiness is an inner and autonomous attitude, labor relations have a paramount weight. It is not the same to work in jungle organizations (harmful leadership) than to have a leader committed to excellence, who sees the happiness of the employee (human capital) as valuable as his own, striving to achieve a virtuous circle of constant motivation, which is what marks the difference between the mediocre and the excellent, the labor survival or the well-being. Happiness is enjoyed in the goal, but also along the way. Hence the aim is to enjoy the day to day with passion. Happiness is contagious: happy people give off energy that builds and transforms their environment. Unfortunately, sadness also spreads.

Nothing asks for less effort than being sad (or burned) these days. The merit is not to be burn; that is, to preserve an optimism (positive vision) incombustible and impervious to our own circumstances. To be happy we have to work hard. So the first thing is to put aside laziness.

Nada es más fácil que estar triste

Buena parte de los humanos se esfuerza por encontrar la felicidad fuera de sí mismos, creyendo que la conseguirán a través de éxitos, acontecimientos, momentos de plenitud y circunstancias externas. Sin embargo, la felicidad es un estado de paz interior, calma y satisfacción que no dependen únicamente del entorno. Tanto es así que una persona puede ser feliz, incluso en un entorno hostil, gracias a la movilización de sus recursos internos.

Versión Inglesa


Se equivocan lamentablemente quienes vinculan su felicidad con circunstancias ajenas como sus congéneres (la familia, la pareja o los hijos), el azar, una economía favorable y una vida acomodada, el éxito profesional, o factores que comúnmente se asocian con la suerte. Nada más lejos de la realidad: la felicidad es una opción y una decisión personal. Si, como decía Séneca, “nada es más fácil que estar triste”, podemos colegir ahora que nada es más difícil que estar feliz sin un estado mental apropiado que actúe como precursor de la ansiada felicidad. En nosotros mismos está el poder de decidir si optamos por la felicidad o no.

La felicidad es contagiosa: las personas felices desprenden energía que edifica y transforma su entorno. Por desgracia, la tristeza también se contagia

Además, contrariamente a la creencia popular, la felicidad no se busca. Más bien podríamos decir que se encuentra, ya que nace de nuestra realidad de cada momento. No les falta razón a quienes piensan que la felicidad es flor de un día (efímera), frágil, etérea e inalcanzable en su plenitud. Sin embargo, el trabajo diario, con el enfoque correcto, proporciona la dosis de felicidad necesaria para sortearnos en la vida. Paradójicamente, la escuela nos proporciona instrucción, socialización, etc., pero no nos educa para ser felices, que es, por encima de todo, una actitud. Las personas felices lo son porque supieron interpretar, filtrar o vivir sus experiencias existenciales en clave positiva.

Pese a ser la felicidad una actitud interior y autónoma, las relaciones laborales tienen un peso nada desdeñable. No es lo mismo trabajar en organizaciones-jungla (liderazgo nocivo) que tener un líder comprometido con la excelencia, que ve la felicidad del empleado (capital humano) tan valiosa como la propia, que se esfuerza en conseguir un círculo virtuoso de motivación constante, que es lo que marca la diferencia entre lo mediocre y lo excelente, la supervivencia laboral o el bienestar. La felicidad se disfruta en la meta, pero también por el camino. De ahí que el objetivo sea disfrutar del día a día con pasión. 

Nada pide menos esfuerzo que estar triste (o quemado) estos días. El mérito está en no quemarse; es decir, preservar un optimismo (visión positiva) incombustible y estanco a nuestras propias circunstancias. Para ser feliz hay que esforzarse. Así que lo primero es dejar de lado la pereza.

“Amiplín”, estrategia de supervivencia
En la vida ordinaria, como en nuestros trabajos, la Arcadia Feliz es una utopía idealista. Nos toca vivir en un entorno difícil, competitivo y exigente, en el que conviene evitar los extremos: tan negativo es el afán y la ansiedad por sistema, como el miedo paralizante, la tristeza y la auto-compasión.

La respuesta a la sobre-exigencia que solemos afrontar se traduce en estrés, que no es más que una respuesta psico-fisiológica de adaptación y supervivencia al medio hostil. En ese sentido, no faltan teóricos –y una corriente de opinión- que sostiene que el estrés no siempre es negativo para las personas, ya que nos permite reaccionar ante los estímulos, incluso antes de percibirlos. Según esta misma hipótesis, un moderado nivel de estrés no sería malo, sino que aumentaría la eficacia y desarrollaría las capacidades y destrezas, manteniendo el estado de atención. El problema del estrés, según los expertos, es cuando la presión paraliza al individuo, impidiéndole la adopción de decisiones y la resolución de sus problemas.

El camino del medio
Si la Arcadia Feliz no está a nuestro alcance, y el estrés nos provoca grima, lo sensato sería optar por una vía intermedia, que muchos denominan coloquialmente ‘Amiplín’. El Amiplín no es una medicina, pese a su fonética de corte medicamentoso; pero sí podríamos decir que es un ‘principio activo’ de probada eficacia para la supervivencia.

Conocido para los que tenemos una cierta edad, y desconocido para los más jóvenes, Amiplín tiene su ‘etimología’ en un anuncio de los años 60-70 (“A mí plin, yo duermo en pikolín”), que es un clásico de los slogans publicitarios, junto a otros inolvidables, como la canción del Cola-Cao.

Sin ánimo de hacer publicidad directa de unas marcas, lo que nos interesa del Amiplín es su filosofía de relativización de los problemas, de guardar distancia con los mismos, procurando no perder el control. Al fin de cuentas, como dicen algunos: “si algo es grave, no tendrá solución. Y si es leve, no tiene sentido que nos preocupemos por algo intrascendente”.

Ahora bien, el Amiplín no debe entenderse como la inhibición, el pasotismo o la irresponsabilidad, sino como una actitud pro-activa de mantener la calma, echando mano –si ello es posible- del buen humor. Entre sus múltiples beneficios, trabajar con humor ayuda a subir la moral, motivar y comprometer más a los trabajadores, fortalecer el equipo y construir relaciones basadas en la confianza. Un arquetipo del ‘Amiplinismo’, que también defendía el humor en el trabajo fue el escritor filosófico y poeta, Samuel Butler, a quien se le atribuye la categórica sentencia de que “la única convicción que el hombre debe tomarse en serio es que nada debe tomarse en serio”. Correctamente interpretada y ejecutada, la máxima de Butler, o la práctica del Amiplín, son recursos para la supervivencia en los tiempos del estrés.

Amiplín puede combinarse con otros ‘bálsamos’ terapéuticos como practicar el lenguaje interior positivo: el odio-aversión-tristeza es ‘basura emocional’, que mata neuronas y sólo provoca malestar; o la neuro-plasticidad: sonreír, o crearnos imágenes positivas en momentos de tensión, induce drásticos cambios cerebrales, aumentando nuestra seguridad, tranquilidad y capacidad de éxito.

En fin, vamos a poner a trabajar a nuestro ‘músculo’ más potente, el cerebro, para capear los temporales, en lugar de sucumbir en ellos. Para ese colectivo creciente de ciudadanos (más del 50%) que declara no sentirse feliz recomiendo un tratamiento de choque (bien pautado) con Amiplín.

martes, 1 de mayo de 2018

April 28: R.I.P Protección Laboral magazine

On April 28, World Day for Safety and Health at Work, it is time for analysis and further thinking. This day was instituted as part of a global campaign to promote safe, healthy and decent work. What can we say about it? Are we progressing adequately, or do we fail in work quality? As in any rule, we find responsible compliance, and fraudulent, if not criminal, breaches.

SPANISH VERSION


On this occasion we do not need outside data. We will present our own case: the practical liquidation of the magazine Protección Laboral, sold by a foolish and irresponsible editor to a avid and ambitious operator.
Everyone is allowed to draw his own conclusions. In safety matters, health and work wellbeing, hypocrisy is systemic and gives rise to a double moral. In Spain we have companies that declare among their principles that human capital is their first asset, placing the safety and health of workers in the ranking of priorities, at the level of business competitiveness. Some companies promote, even, the health and quality of life beyond the strictly labour scope. We also have other companies that ignore everything about safety, health, wellness and occupational risk prevention. Said without euphemisms, they trample the safety / health / wellbeing in the workplace. All over the world the panorama also presents many darks.

It is not easy to discern if we progress or suspend in safety, health and work wellbeing. However, one thing is certain, we have too much evidence that we do not confront to good times for workers... because the quality of working life seems to be going down year after year.

Kick for the ORP information
The press media -particularly those specialized in ORP (Occupational Risk Prevention)- must denounce the flagrant situations abovementioned. But, what happens when the operators themselves of some of these specialized media are non-compliant in terms of labour protection, among other contradictions?

There are forms of hidden workplace violence, but they are more perverse than the physical aggression itself

Let’s consider the case of Protección Laboral magazine, which has been the pioneer of ORP information in Spain, and which has entered into a drift that no one knows what it will end up with.

In February 2018, Proteccion Laboral changed ownership. With bad criteria, the seller sold his best asset. When selling the headboard he also got rid of the staff that made the magazine. In short, the seller abandoned this journalist and my colleagues to our fate, denying labour rights and pretending -interestingly- that the buyer of the magazine would restore to workers the rights of which they were stubbornly and illegally depriving us.

One needs to be insane enough as to think that another will fulfil his legal-moral obligations. Obviously, the buyer, an opportunistic company skilled in the appropriation of foreign talent at zero cost, is only motivated by its economic interest, not by the subrogation of labour rights or the theoretical discourse of the journal that is meant to be published.

There are forms of covert workplace violence that are more perverse than the physical hostility itself. This post denounces that seller and buyer -partners in the infringement of workers’ rights- have exerted workplace violence under another appearance.
Is there any doubt that both companies have disrupted labour rights, and that such abuse is a confusing but genuine form of violence? In this case, the paradox is that both defend the theoretical discourse of labour wellness. But, in their daily activity, what they do the best is to trample labour wellness with practices as unsupportive as illegal, which must be prosecuted if we do not want to encourage something as old as the exploitation of man by man.


In addition to violating labour law, both the old and the new editor of the magazine Protección Laboral they do not believe in the message of prevention, being fully unfamiliar with the subject. For both, Protección Laboral is only a zeal for profit and ambition for surplus value, an ‘udder to be milked’ fiercely until it is dried.
The harmed ones have been the workers and, soon, will be all those advertisers who trust a magazine, managed by newcomers in ORP, and whose only creed is to make money -much money- with the minimum cost; maximize the economic benefit without counterparts.

We are about to see a decaffeinated and soulless Protección Laboral magazine. This is what happens when, in economic activity, the economism of wild surplus value is imposed on any other legal or ethical principle. Written is with implacable rotundity: “root of all evils is the love of money”.